sábado, 18 de abril de 2009

Poema de Edna Pozzi



La casa con ruedas

Porque en definitiva lo que todos buscamos es “el aleph”, ese sitio de reunión de todos los puntos, de todas las direcciones posibles, esa zona de unión entre el pasado y el impredecible futuro, esa iluminación que nos ama y su vez nos despoja, esa comprensión de que en nosotros se opera una síntesis o esa mirada que a su vez nos desnuda y nos viste, ese paisaje que contiene todos los paisajes, la montaña y el mar, los llanos y los ariscos pedregales. Ese “aleph” que es la pérdida y la total ganancia y donde las palabras llegan desnudas a su dura patria inmóvil. Recién nacidas llegan.
Porque todos somos espíritus errantes, pero algunos llegan a ese lugar, a esa casa, a esa región adonde alguien o algo nos mira con amor y con piedad. Puede ser una persona o una piedra, un ángel , una estrella, puede ser a la vez todas esas cosas juntas , puede ser un niño , puede ser un corazón en ruinas, puede ser la muerte pero también puede ser el fugaz paso de Dios, la cercanía del conocimiento. Porque nos hemos detenido en nosotros mismos y paleamos todos los días una montaña de basura y escupimos en las manos de los que dicen amarnos y no nos atrevemos a nombrar el amor y mucho menos la libertad, porque son en nosotros la parodia de lo que no quisimos perder y vendimos al mejor postor. Viajeros grises de los mercados, sacudiendo al amanecer las cenizas viejas del tabaco o del tedio. Porque ejercimos la seducción de la palabra y después abandonamos al otro en mitad del charco de sangre, repartimos soledad y desesperanza, miedo y cobardía. Porque fuimos más claros pero a su vez más crueles, más enteros pero a su vez más frágiles, más habitados pero a su vez más desesperadamente solos. Y porque debe haber algún sitio que se ilumine al atardecer, yo le he puesto ruedas a mi casa. No sé si encontraré el “aleph”, pero por menos lo buscaré. No sé si decidiré que algún día puedo cambiarlo por un pequeño amor inmóvil, mísero y lastimado, la aceptación resignada de que toda redención viene en parcelas menguadas y frágiles y que el dolor será mi copiloto. Pero yo le he puesto ruedas a mi casa. Sigo el impulso más antiguo del mundo. Vivir es navegar. Todo movimiento es acechanza pero también misterio y promesa. Y nadie me busca. Yo busco. La casa de desplaza y todo lo que soy y lo que tengo se desplaza con ella. Algo. Alguien, en algún lugar, espera. Tengo que llegar con mi casa entera, como una rama encendida. Por eso le he puesto ruedas. En esta cercana Navidad del 2008, donde está naciendo Aquel que se llamará nuestra Justicia. Un rato antes de perderme en la niebla.

© Edna Pozzi

2 comentarios:

diana poblet dijo...

"Porque ejercimos la seducción de la palabra y después abandonamos al otro en mitad del charco de sangre, repartimos soledad y desesperanza, miedo y cobardía. Porque fuimos más claros pero a su vez más crueles, más enteros pero a su vez más frágiles, más habitados pero a su vez más desesperadamente solos".

Yo meditaré profundamente Edna sobre éstas, tus palabras,en la enormidad profundamente metafísica de su contenido.
Lo has escrito de una manera sublime y quería expresarte que me emocionó mucho poder abrazarte en tu Homenaje, y te lo reitero: Gracias por tu poesía oportuna, justa.
Te abrazo en esta cercanía que ronda siempre en tus palabras,
d.

Mónica Angelino dijo...

Hay maneras de decir, hay maneras de contar y de escribir, solo hay una forma de ser poeta: amando. Y el amor duele, porque solo desde ese lugar puede atravesarnos el dolor, la soledad, la palabra tan bien expresada, tan sublime.

Un beso.