lunes, 28 de diciembre de 2009
Poema de Aníbal Sciorra
Aquellos fueron los días
Como siempre ocurre
llegó el momento de partir.
Te llevás en el equipaje
algunas mariposas muertas
entre las hojas de un libro
y las bolitas que dejaban caer
los eucaliptus.
En tus manos quedaron
la rugosidad del viejo árbol
y la humedad del pasto,
cuando en las mañanas,
seguías las rutas de las hormigas.
Me dejaste el trompo de lata,
las figuritas del Billiken.
Extrañaremos correr por el patio,
cuando se nos venían encima
las estrellas,
y aquellas meriendas de leche
con pan y manteca.
Te despido en el andén
de una estación
donde sopla mucho el viento
y vuelan los panaderos.
Y te alejás en el trencito de madera
que inventamos juntos una tarde
sobre el hule de la cocina.
No me quedo solo,
me acompaña la inocencia.
Aníbal Jorge Sciorra
sábado, 19 de diciembre de 2009
Poema de Lumpenpo
lunes, 14 de diciembre de 2009
Haiku de Diana Poblet
lunes, 7 de diciembre de 2009
Poema de Ámbar Past
Dedico este poema a los hombres que nunca se acostaron conmigo
a los hijos que no tuve
a los poemas que nadie escribió
Dedico este poema a las madres que no amaron a sus hijos
A las que murieron en hoteles
sin que nadie les acompañara
A los poetas que viven olvidados en alguna antología
Al poeta en su velorio con la boca cerrada para siempre
Lo dedico al autor de las pintas en los muros
Al torturado anónimo
Al que nunca dijo ni su nombre
Dedico este poema a los que gritan de dolor
y también a las parturientas
Lo dedico a los suicidas
Al que lava cadáveres
A las mujeres que se acuestan con todos
A los que siempre duermen solos
Dedico este poema a las comadres y a los compadres
Que hacen el amor y se convierten en piedra
A los que se bañan con jícara
en Viernes Santo y se vuelven peces
Al hombre que quiso ser zopilote
Y a los que sueñan que pueden volar
Dedico este poema al Señor de la Noche estrellada
A la Guacamaya de Fuego
Al Llanto de las Moscas
A la Lluvia Verde
Al que Guarda la Miel
A la Hermandad de los Hermanos Menores
Al de la Máscara que Llora
Al Rugoso Caracol de Tierra
Al Vertedor de los Cuatro Rincones
A los Juntadores de Corteza para el Vino Ceremonial
Lo dedico al que toca la flauta y el tambor
cuando van a lavar los paños en el ojo de agua
A la que chapotea en las cascadas
y se moja el pelo con agua de lirios
A la que da el pecho a su hijo en el cañaveral
A los que buscan el arco iris en el aceite de los charcos
A los remeros que inventan el canto con sus brazos
A los que lavan el nixtamal bajo la lluvia
A las que acarrean el agua en cántaros
y caminan por la carretera
A la niña viendo luciérnagas
A la niña con el candil en la mano
A los chamacos que saltan con el rastrojo en llamas
A los que corren sobre el fuego
entierran a sus muertos en la cocina
y cantan entre los escombros
Al que engaña a su muerte en la cama de los moribundos
Al que baja de los cerros para no quemarse con las estrellas
Al que agarra la mano de la muerte y baila con ella
A las que tienen muchas nueras y cargan iguanas en sus cabezas
A los colochos que venden nieve en tierra caliente
A los camaroneros divisando el cometa de madrugada
Al que arremanga su camisa y pide un hacha
A la que vende tamal de bola, de mumu y chipilín
A los que cortan elote tierno para comerlo crudo
y amarran la pata del perro que roba pollo
A los que hacen las maracas y matan por amor
Al que se avienta al hoyo en el entierro de un amigo.
Al poeta que no puede bajar del techo por estar tan enamorado
Al que hace lo que puede
Dedico este poema a los que no frecuentan cafés
ni piscinas ni saben hablar por teléfono
A los que no entran en los bancos ni salen en la tele
A las de la primaria vespertina
que reciben declaraciones de amor con faltas de ortografía
A los poetas que nunca empiezan a escribir
A las que no se atreven a opinar ni a levantar la voz
A las que no pueden estar felices sin el consentimiento del macho
A las que duermen con sus delantales puestos
y piensan en el quehacer mientras sus maridos eyaculan prematuramente
A las que se levantan a oscuras en galeras de palma
A las que tortean en jacales
A la que se quemó el pelo
Y manchó de tizne su falda
A los que asolean chilacayotes en su tejado
y no tienen sillones
A los que arrullan a sus hijos en tsotsil
y traen mugre bajo las uñas
A los pepenadores
A los que chaporrean
siembran nopales y comen tortilla con sal
Al sereno que también trabaja de día
A la de la chancla rota que tiende cien camas cada mañana
Al viejo sin dientes que merca chicle en la playa
A los que viajan parados a la tierra del cacao
A las que traen las caras negras
y la cicatriz del llanto en su sordera
Dedico este poema al hombre encadenado
A los niños golpeados
A los hijos de alcohólicos
A las que cuidan a las criaturas de otros
y ven a las suyas cada quincena
A la que trapea en el colegio y no sabe firmar su nombre
A las que comen en la mesa del hospicio
A los tullidos que se acurrucan junto al horno en alguna panadería
A los que atienden los baños públicos
y barren las calles al amanecer
A las que bailan en cabaretes y están hartas
Dedico este poema al amasador de adobes que muere en la casa
que construyó para otro
A los que se escaparon de noche cuando el volcán sepultó su iglesia
A los vecinos que ya enterraron a sus hijos
uno tras otro como los años que pasan
A los que han tenido que vender a sus hijos
su sangre y su sexo
A los que nada tienen que perder
Dedico este poema a los peones acasillados que invaden
las tierras del patrón
A los que cavan túneles debajo del dinero
A los que prenden lumbre al ingenio
A los que no echan sombra y sin luna dinamitan los puentes
A los de trece años que se van a la guerrilla
y conocen mujer por primera vez en la montaña
Para los dos heridos
Para Las Pelonas
Al tacuazín de Olga
A los chuchos apaleados
A niños que nacen en países donde la verdad está prohibida por ley
A los que han adoptado otro nombre
y llevan años sin saludar a la familia
A los que nunca durmieron en la misma cama
y comparten la fosa común
Dedico este poema a la madre que busca a su hijo en el anfiteatro
entre otros poemas decapitados
A la que no puede decir cuál cadáver es el suyo
y se despide de cada uno con un abrazo
AMBAR PAST
Poema de Eduardo Dalter
ROBERTO OBREGÓN
No alcanzó a escribir
su último poema;
sólo pudo, en la noche,
advertir
la grieta ciega que se
abría
y el dolor de todos,
que hizo suyo
a cada hora, en cada
poro.
Y hasta el viento
abismal
oyó su canto.
Otra página, otra
jornada,
extendida en zanjas,
respiros, quetzales,
pasadizos,
que los días quedaron
guardando
para siempre.
Eduardo Dalter
domingo, 6 de diciembre de 2009
Poema de Julia del Prado
Poema de Hamlet Lima Quintana
Le pusieron un grillo a media pierna
Lo condenaron a vivir a medias
Le escondieron la paz, y la sonrisa
Le pusieron el pan a media rienda
Pero él seguía caminando.
Le vendieron la luna, cada noche
Lo fueron lentamente atornillando
Le tuvieron las manos ocupadas
Le sumaron la pena y las estafas
Pero él seguía caminando.
Le pusieron las piedras por delante
Le taparon la boca, por si acaso
Le abrieron una herida por la espalda
Le sumaron olvido a la condena
Pero él seguía caminando.
De lejos, bien mirado
cuando ya era horizonte,
se asemejaba al viento,
aunque según parece
él caminaba potente
Hamlet Lima Quintana